jueves, 16 de julio de 2009

Desde la Ventanilla


Tengo ganas de volver a escribir como lo hacía hace varios años. Me permitía olvidarme de la simpleza y dejar avanzar los párrafos en búsqueda de verdades. O bien pasajes reconfortantes que generaban ciertas articulaciones de palabras con ideas.

La simpleza ha devorado quizás lo exponencial del intelecto. Aferrado a la claridad y el entendimiento es posible que haya atentado contra ciertas pretensiones prometedoras y difusas.

Permitirme recuperarlas al menos en un texto no creo que subsane el olvido. Aunque será tal vez una búsqueda de recomponerlo a partir de intentos quizás fallidos, que me lanzan renglón tras renglón a persistir en el juego.

Sólo librándose a los párrafos, permitiéndose la expresión sin miramientos es posible que se configure el texto que siempre queremos leer. Aquel que por una razón u otra se insinúa con recurrencia ante nuestros ojos, pero termina evadiéndose para que lo intentemos de nuevo. Lanzándonos una vez más a la escritura, como una búsqueda para alcanzar ese estado escurridizo de verdad que siempre se ausenta.

A veces dan ganas de escribir y avanzar sin mayores contratiempos. Sería algo así como cruzar la calle sin mirar hacia los dos lados. Asumiendo el riesgo que supone el nuevo paso y la expectativa que presenta la invulnerabilidad incierta.

Al escribir creo que vamos descubriéndonos. Emergen desde el interior ideas acalladas y se revela en el momento impensado la persona que llevamos dentro. Tal vez sea un bailarín, una estrella de cine, un niño o un maestro. Pero es siempre un conjunto de naturalezas humanas que confluyen en una dimensión que culmina expresándose, materializándose ante la vista de un lector que se encuentra muchas veces desprevenido. Lanzado a la suerte del próximo párrafo, que se anuncia con presencia prometedora para que persista en la lectura.

Un niño.

Esencialmente la elección estratégica llegó hace tiempo y no dudé en tomarla. Creo en la intensidad de la niñez y la majestuosidad de algunas dimensiones que encuentran su vivacidad en esa etapa de la vida. Los sueños, la imaginación, la creatividad son exponenciales y gloriosos en la niñez. Conviven con una intensidad que tal vez mengua con el paso de los días para ser ocupada por nuevas dimensiones producidas por una vida más práctica y menos esencial. Como negándose a los fundamentos del ser humano que persisten bajo miradas amenazadoras que buscan desalentarlos, por vocación de justificaciones compartidas o sustentos de objetividades de valor que encuentran eco entre los deambulantes.

Protesto contra la denigración de los estados reconfortantes de la niñez. Las explicaciones recurrentes de valores objetivos que deben ser revisados. Los sueños que menguan en quienes avanzan con el transcurso del tiempo, el atentado persistente que resiste la imaginación y las voluntades maliciosas que cuestionan las creatividades hasta silenciarlas.

Quizás sólo se trate de que todos recuperemos al niño que saluda con una sonrisa desde la ventanilla.

Cuando pasó el colectivo.

1 comentario:

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