lunes, 18 de enero de 2010

Pensar Bien


Hace un tiempo procuro ejercitar el buen pensamiento.

Pensar bien.

Más allá de los indicios, las informaciones o evidencias. Me predispongo al buen pensamiento como una técnica saludable para la preservación del ser.

La mente a veces quiere convencerme de que no puedo pensar bien. Que es clara tal o cual cosa. Que mire, que vea, que no sea tonto.

Viene molesta a ofrecerme evidencias. A decirme que la realidad se impone. Que ciertos rasgos de inocencia o ingenuidad que pueden resultar útiles para la escritura son inefectivos para la vida cotidiana.

Me dice eso y mucho más.

Yo resuelvo mirar para otro lado. Y llevar los oídos lejos, bien lejos.

Pero me toma del hombro y me exige que me de vuelta para mirarla. Que le preste toda la atención.

Me inquieto entonces y manifiesto mi intención de no sostener este diálogo de sordos. Mientras comienzo a caminar.

Pero me agarra más fuerte del hombro. Me zamarrea e insiste.

Decido entonces enfrentarla e insinúo irme a meditación. Marcharme de una buena vez.

Pero vuelven los ruidos y las explicaciones otra vez.

Entonces sí, me siento agobiado. Sé que esta situación no da para más.

Decido por fin cerrar los ojos y entregarme al silencio.

Ommm.
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