lunes, 21 de junio de 2010

La Bondad



Sospecho, pienso, corroboro…

Me parece que la bondad en numerosos casos no logra manifestarse. Queda muchas veces ahí, en discursos.

Con frecuencia no llega a ascender a la realidad para expresarse.

De modo que circula entre palabras bonitas o intenciones plausibles.

De esas que uno disfruta escuchar, sería capaz de ponerse de pié. Mirar al resto de quienes contemplan y pedir ahí mismo un aplauso.

Pero las palabras bonitas ni las intenciones que merecen ser celebradas gozan de valor si persisten sin materializarse.

Sin emerger en las circunstancias que las evidencien en los hechos.

Así que la bondad permanece danzante entre propósitos loables. Como si fuera una insinuación que se caracteriza por cierta reticencia para desplegarse.

En ciertos casos, claro.

Está bueno, pienso, que la energía de la bondad emerja al menos en palabras. Para facilitar un pensamiento dominante que sustente una sana filosofía.

Un conjunto de ideas poderosas y convincentes que lleven a adoptar la ideología. Para incidir luego en comportamientos que permitan revelarla.

Sin que muchos se den cuenta.

Confío en el día en que las palabras adquieran un status que las enaltezca. Trasciendan la verborragia que las anuncia.

Y se vislumbren en la realidad.
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