viernes, 1 de octubre de 2010

Nada


En verdad este escrito no va a decir nada. Así que bien vale la pena dejarlo en este mismo instante y abandonar sanas expectativas, que se verán incumplidas.

Aunque uno confíe en la persistencia, en la perseverancia, este escrito no dirá nada.

Así que el lector quedará con las manos vacías. Viendo que se ha esfumado la sana pretensión de su ilusión.

Aquella que lo impulsaba otro renglón.

Y otro más.

Para no encontrar nada.

Pero voluntarioso, persiste. Tentado a abandonar, persiste.

Se divierte sin saberlo buscando el tesoro como un niño.

Y no.

Nada por acá. Nada por allá.

Sostiene aún la mirada inquieta. Pensando que por fin se encontrará con el hallazgo.

Que se hará justicia, y gozará de un mensaje. Una idea, o un pasaje reconfortante de la lectura que desvanece.

Aunque se le ha advertido de la inexistencia, porque a veces uno siente que no tiene nada por decir.

Que se ha quedado sin palabras, sin párrafos.

Perdido en el silencio.

Y entonces se permite caer en la profundidad de la nada. Predisponiéndose a ella, aceptándola.

Vacío por dentro, con el único ánimo de narrar para preservar la ilusión de este juego lúdico de atisbo perverso.

Que le permite a uno escribir, para sostener la bendición de la escritura. Con la pretensión de salvarse.

Y evadirse de la nada.
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