sábado, 29 de enero de 2011

Alegría


A veces viene la alegría.

No era que se había ido, que no estaba más.

Esa visión catastrófica de la emocionalidad incumplida. Fue sólo un presagio fallido del pesimismo. Que quedó como un supuesto profético incumplido.

Porque la alegría no se fue, la alegría siempre estuvo.

Para decir verdad me acompañó de niño. Yo la agarré de la mano y la llevé por la vida para siempre.

No podía hacer otra cosa.

Yo la quise, ella me quiso. Nosotros nos queremos.

Así que nos aferramos y marchamos por las circunstancias. Con paso decidido, abriendo pecho a las balas.

O esquivando los disparos.

Pero anduvimos, y bien que anduvimos.

Por la alegría y por mí.

De modo que yo nunca había soltado la mano. Nunca le hice un desprecio.

Nunca.

Por el contrario siempre fue bienvenida.

Y ahora mismo percibo esa sensación íntima e intensa. Esa energía silenciosa pero movilizante. Que me dice, mirá Juan, aquí estoy.

No me había ido.


Levántate y anda por la vida. Vamos, haz lo tuyo.

Y salto como un loco del sillón. Y escribo con ansias de atrapar la sensación repentina. De congelarla en un instante con pretensión de eternidad.

Para dar por sentado que la alegría está aquí. Que es una verdad irresoluble.

Que siempre ha estado, que nunca se ha ido.
.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Podés dejar tu comentario como usuario de Blogger, con tu nombre o en forma anónima. Seleccioná abajo.