domingo, 2 de enero de 2011

Filtro


El filtro que siempre considero es procurar ser una sana influencia en los demás.

El resto, está todo permitido.

De modo que no hay problema si expreso lo conveniente o lo inconveniente con la misma efusividad.

Ese pasaje o vaivén de un lado al otro no es más que un arribo a una precisión justiciera. Que se permite entregar el ser con sus luces y sombras. Para asumirse sin complicaciones.

Reduciendo así hasta el grado mínimo la brecha que supone la identidad. Porque representa esencialmente a la persona.

De modo que acepto el comentario de un buen amigo que me mira a los ojos mientras tomamos un café. Confiesa haber leído unos cuantos textos y me dice:

- No hay distancia, Juan. No hay distancia.

Yo tomo un sorbo de café y le digo que el anti héroe tiene derecho a existir como el héroe. Que la escritura está para entregarlo todo. Y que suele ser una aspiración lúdica con propósito reflexional.

Y aunque no exista la palabra y nos escapemos del mundo, bien vale un café con un amigo. Si además de celebrar la existencia nos permite adentrarnos en las viscitudes que nos inquietan. Con el afán de explorarlas y observarlas.

Como dos niños que juegan a vivir.
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