jueves, 16 de junio de 2011

Ensayo de la Mala Discusión


La cosa se está poniendo pesada. Pienso y me permito escribir.

Es que unos se enojan con el pensamiento del otro. Cuando piensa distinto.

Ahí empieza el tormento.

Una vocación entusiasta por endiablarlo primero y aniquilarlo después.

Las palabras van, vienen y vuelven en la misma dirección. Directo al que piensa distinto.

El blanco.

No importa lo que dice, que esté desapegado a un armamento que le sirva como escudo. Que no pueda defenderse ni un poquito ante la calamidad. El despropósito de quienes le pegan al que tiene anteojos. A quien no le permiten defenderse.

Feo. Inmoral.

Protesto.

Pero así empiezan los dichos y entre dichos, las tergiversaciones bien fundadas. Con la intención de persuadir que la persona es diabólica, está repleta de maleficios y constituye un serio riesgo para el bienestar de los argentinos.

Las trompadas verbales van y vienen hasta que dejan de golpear. Mientras la mayoría observamos en silencio. Como testigos enmudecidos de una realidad que se presenta.

No cambia mucho después de la escena. Porque el otro. El otro, para mí…

Sigue pensando distinto.

Y nosotros no somos tan ingenuos.
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