jueves, 2 de junio de 2011

Mi punto de partida


V
engo a la escritura como una posibilidad de observar, indagar, descubrir o esclarecer. Tal vez lo que motiva es la búsqueda más que el encuentro. La expectativa del hallazgo y el anhelo del descubrimiento.

Como un explorador, busco. Y a veces encuentro.

Otras veces deambulo, recorro la zona, ando en rodeos. Vuelvo a casa porque hace frío.

Salgo al día siguiente cuando aparece el sol.

O me quedo en casa, viendo televisión. Trabajando. O con los juguetes.

No podría ahora precisarlo. Es ese fluir espontáneo el que de alguna manera se impone. Despierta la idea para movilizar al cuerpo. Que luego asiste a distintas circunstancias.

Es cierto que no procuro asentar tesis. Entregar la síntesis impoluta, clarividente.

Aquella que ante los ojos de los demás develan elocuencia. Cierran la posibilidad de una observación diferente. Dejan un punto definitivo.

Apenas procuro movilizar la reflexión, como una posibilidad lúdica que tiene ciertas pretensiones.

Es por eso que me reconfortan algunas aproximaciones razonables, que me permiten querer seguir viviendo este juego.

Y procurar una nueva partida.

De modo que celebro que otro observe con atención, tome la posta y enriquezca mi mirada.

Los ojos del otro iluminan las oscuridades que mis ojos quizás no ven.

Y uno se enriquece cuando hay otro que también juega a entender.
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