miércoles, 14 de diciembre de 2011

El Gordo


El godo no fue a trabajar.

No sólo no fue, sino que presentó la renuncia. Se cansó. Evidentemente se cansó.

-Qué te dijo?

-No sé, lo único que te habla es de Gabriela. Todas las razones son de Gabriela, de tu hermana. Pero decía también de Córdoba que no le pagaron…

-Cómo le vamos a pagar si fue dos días a trabajar y después faltó. Si piensa que va a conseguir laburo así está en pedo, le pegan una patada en el culo al segundo día.

Al gordo no le gusta el laburo. Falta. Llega tarde. Desaparece por momentos.

Qué se yo cuál es la historia. Si es tan así, si estamos o no ante la presencia de un vago. O un buen hombre indignado que resolvió colgar los guantes.

- El gordo no va a retomar, no retoma.

Y qué pasa con Gabriela, quizás ahí está la explicación de todo. Porque lo que siempre el gordo aducía iba por ahí, aunque mencionaba otros motivos. Que no le pagaron lo de Córdoba por ejemplo. Quizás un motivo más que valedero para ofuscarse y tirar todo por la borda.

Son tres los que están en la mesa del restorán del microcentro, pero sólo dos están enredados en la conversación que tiene al gordo como protagonista.
Llega el padre de uno de ellos, aparentemente el mandamás. Un hombre de unos sesenta años.

- Bellini, yo lo llamé a Bellini.
- No, no, Belghini –lo corrigen.

Ahora la cosa es con Belghini o Bellgini. Algo pasa también con este tipo.

Todos hablan ahora de Belghini y el gordo queda de momento liberado.

El mozo me acerca la cuenta. Le pago, y me voy.



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