jueves, 22 de diciembre de 2011

Y entonces...

Y entonces qué? –le dije agobiado.

Cansado de terminar el relato comprometido, hacer la pausa oportuna y escuchar la misma respuesta.

Me miró como quién recibe la provocación. Permaneció en silencio y sostuvo la mirada.

Yo no soy el guapo del novecientos. No me gusta hacerme el malandra, caminar erguido como para enfrentarlo todo. Y desenfundar el puñal.

Para ajusticiar luego.

Apenas lo miro al hombre que me agobia, saco pecho como un niño que exige una explicación.

Que se ha ofendido, porque descubre que no pasa nada con el juego. Y se siente burlado en su sana predisposición.

Sostengo entonces la mirada clavada en la respuesta que no llega.

Mientras las palabras retumban.

Y permanezco en silencio, frente a aquél psicólogo de aquellos años.

En la última sesión.

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