lunes, 30 de enero de 2012

Repito


Es cierto, repito.

Doy vueltas sobre lo mismo una y otra vez.

Caigo en la recurrencia para decir lo mismo, de modo diferente.

Porque exactamente lo mismo no digo. Sería injusto si entregara una afirmación de este tipo.

Contorneo, doy vueltas. Es como que merodeo por los mismos lugares.

Los mismos conceptos.

Con palabras, párrafos y metáforas diferentes. Que buscan siempre en el mismo lugar.

Eso sí puedo afirmarlo. Decirlo sin mayores titubeos. Porque el convencimiento no es reticente en este aspecto. Es claro, visible, oportuno.

Así que eso sí que puedo escribirlo. Apuntarlo tranquilo, aunque sepa que no le tengo miedo al error.

Ningún miedo, porque el error es constituyente de la naturaleza humana. Así que no vamos a engañarnos en este punto. Uno se equivoca y vivencia el error como un atisbo del ser.

No puede hacer otra cosa. Salvo mentirse, engañarse y mostrarse impoluto.

Linda palabra.

Pero escribía que doy vueltas sobre lo mismo y ahí es ahí donde caigo en la recurrencia.

Recurrencia.

Decir lo mismo una y otra vez.

Eso a mí no me preocupa demasiado, no me inquieta en lo más mínimo.

Los escritores dicen que escriben siempre lo mismo. Parecen que dicen algo distinto, pero no. Si uno mira con atención, descubre el juego. El sentido de la obra que emerge después de desglosar cientos de páginas de numerosos libros.

Y el caballo??

Que tiene que ver ahora el caballo, dirán. Es muy oportuno. Porque el caballo vuelve siempre al mismo lugar. Sáquelo usted del establo, creo que es establo. Sáquelo de ahí, llévelo a pasear por el campo y espere. Espere ver qué pasa cuando pega la vuelta.

El caballo no  necesita ser guiado a ningún lugar. Vuelve sin titubeos al establo apenas lo ve. O al casco, creo que es casco.

Pero el caballo vuelve, vuelve sin importarle lo que usted haga con las riendas.

De modo que aquí también, tiene usted un aval de la naturaleza. Una síntesis perfecta de que uno vuelve a su núcleo. A su lugar, exactamente al sitio donde nunca debió de haberse ido.

Buena conjunción verbal. Creo.

Así que el caballo puede andar por otros vericuetos, dar numerosas vueltas. Pero sabe dónde tiene que estar. De dónde no se tiene que ir.

Lo mismo con quienes escriben, se van para otros pagos. Y vuelven al mismo lugar.

Eso es lo natural, lo esencial y esperable. El resto son pantomimas o piruetas siempre infortunadas.

Además alguna vez escuché que el público se renueva. Uno mismo renace cada día y es otro.

Por eso es bueno decirse lo mismo una y otra vez. Machacarse con timidez primero y luego con énfasis.

Una y otra vez.

Y así, y así, y así. De escuchar y escuchar la viabilidad de ciertas verdades, o de leer y leer, uno debe tomar el mensaje. Ese núcleo que a mí me entusiasma y me parece efectivo.

Para alcanzar bienestar y ascender a la instancia de la alegría.

Cima interesante que merece la recurrencia de los conceptos, los justifica y los alienta.

Porque una cosa es leer una idea una vez, y otra es hacerlo sistemáticamente. De manera que uno se taladra a sí mismo con un mensaje. Para que penetre de algún modo en su cabecita, ingrese a su cuerpo y compenetre su ser.

Pasa así de la instancia de la escucha a la asimilación.

Lindo momento de reinvención.

Cierra luego los ojos, se detiene ante sus circunstancias. Y agradece…

Aleluya.



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