sábado, 26 de mayo de 2012

Ahora...


Podría probar seguir el pensamiento. Dejarme llevar y apuntarlo todo.

Sería como abrirse el pecho y entregar el alma. Una acción de riesgo porque descarnaría a uno frente a los demás. Lo dejaría expuesto en cuerpo y alma.

Eso sería apuntar el pensamiento. Tipearlo todo sin permitir la injerencia de ningún filtro. De nada que retacee la próxima palabra, que la reprima para advertir su inconveniencia. Dejándola silenciada en las profundidades del interior.

Vaya uno a saber qué pasa con esas palabras. Esas frases o párrafos que insinúan presencia, pero algo las aquieta y hace que eviten salir a la superficie.

Es posible entonces que en esas profundidades haya mares de palabras, hechos, sentimientos.

Océanos de frases, párrafos y libros.

Mundos de metáforas.

Lo no dicho debe abarcarlo todo entonces. Tal vez impregne el interior de cada uno de nosotros, que sin querer fuimos permeables a la incidencia de esos decires que ahora desconocemos, pero se entrometieron en nuestro ser y se acomodaron en el silencio.

Eso seguramente es así. Aunque nunca nos lo hayamos preguntado.

Y recién hoy empecemos a darnos cuenta.



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