lunes, 28 de mayo de 2012

Obsesivo


Al obsesivo lo podría narrar desde adentro, desde sus entrañas. Podría inmiscuirme en su subjetividad, atraparlo y presentarlo en sociedad.

Es una posibilidad que me aporta cierto rasgo de mi personalidad. Ocurre cada tanto, primero con un leve vestigio que se insinúa y luego con la predisposición que revela la elocuencia.

En ese momento es cuando podría procurar atraparlo, pescarlo de algún modo. Porque es ahí, en ese instante, donde se manifiesta. Se hace presente y emerge a la superficie.

Todo un conjunto de vueltas para lograr el cometido.

Cometido, palabra de hombre mayor. De anciano.

Por qué dije cometido?

No entiendo. Cometido suena fuera de época. Como resultado de alguien mayor que abre la boca y puntualiza la realidad.

Son los mayores los que usan esas palabras, como artilugios del lenguaje para precisar el mundo.

Debo estar grande. Definitivamente debo estarlo.

Algo pasa que dije, cometido. Cometido.

Debí decir, el propósito. Pero qué hice?

Me engañé a mí mismo. Me detuve ante las teclas que iban a escribir, el propósito.

Por qué?

Porque propósito digo mucho. Apunto mucho en mis textos. Entonces no quiero abrumarlos, abrumarme a mí mismo en la escritura. Quiero refrescar lo dicho, la manera de decirlo.

Entregar un texto limpio.

Todo eso pensaba y ahí apareció la represión. Los dedos que titubearon.

Dudaron primero.

Luego se detuvieron y volvieron sobre sus pasos.

En verdad no volvieron. Porque no escribieron, propósito. Si no que se detuvieron.

Eso hicieron.

Ahí fue cuando dije, cometido.

La palabra se escabulló y acá estamos. Perdido ante la realidad que me trajo esa palabra.

Me deja ahora tildado, mientras miro cómo la página se queda en blanco.

Y se escapa el obsesivo.

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