jueves, 5 de julio de 2012

Estar contento


A mí me enseñaron que uno tiene mucho poder. Muchísimo.

Frente a la realidad.

Yo sospechaba eso, pero en verdad un día caí en un aula y un hombre de unos sesenta años me lo explicó con claridad.

Ahí lo escuché con todas las letras.

Entendí lo que intuía y clarifiqué esa relación tan particular que la gente establece con la realidad. En realidad lo clarificado no es la relación sino los intersticios de esa relación.

El meollo del asunto.

Eso fue lo que yo comprendí, aunque lo hice ofreciendo resistencias. Recuerdo ahora la escena. El profesor termina de explicarlo todo, el silencio es abrumador. Somos unos diez o doce los que observamos y nos encontramos ahora procesando lo dicho.

Más silencio…

Levanto la mano y retomamos. Elogio por supuesto lo dicho, reconozco la conveniencia del entendimiento propuesto.

- Pero…

Dice el profesor de aquél entonces, que conocía mi predisposición a valorar lo conceputualmente propuesto para atravesarlo luego con una suerte de crítica constructiva, que permita sostener lo dicho, redefinirlo o acentuarlo.

Los hechos son importantes, enfaticé. Es cierto que nosotros tenemos la posibilidad de interpretar la realidad y escribirnos un buen cuento. Pero los hechos tienen su relevancia y facilitan la construcción espontánea de emocionalidades más o menos convenientes.

Después sí, uno tiene la posibilidad de profundizar la emocionalidad propuesta por las circunstancias. O escabullirse tan rápido como pueda de ella.

Creo que eso dije. Aunque seguramente no fue exactamente así. Sería un mentiroso si dijese que esas fueron las palabras. Los términos usados.

No fueron exactamente esos. Tendría la certeza ahora que no fueron exactamente esas palabras, esas oraciones y párrafos.

Algo así fue, claro que sí. Pero no esa precisión que ahora anuncio. Es sólo un indicio de lo sucedido, más o menos efectivo en relación a la veracidad.

Lo que sí rescata es el alma de lo acontecido. Estábamos todos, el profesor y su explicación. Se hizo el silencio.

Eso sí.

El silencio se hizo y permanecimos un ratito callados. Segundos tal vez.

Yo levanté la mano.

- Pero.

Eso también ocurrió. El profesor sonrió y dijo, pero. Luego intervine y así sucedieron las cosas.

Lo único que me permito es abrir el paréntesis para aclarar el tema de las palabras. Esa es la única disociación que puedo advertir de la veracidad. El resto es muy cierto.

Doy fe.

Recién cambió la noticia. El hecho que hace minutos me impulsó a protestar y tirar puñetazos al aire se evaporó. Transmutó en un nuevo hecho que relata una noticia digna de celebrar.

Es el mismo acontecimiento, pero la noticia está reformulada.

Quizás por eso recordé a mi profesor de aquellos años, ahora otro valioso amigo.

Quizás por eso también ahora estoy contento.

Muy contento.



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