viernes, 4 de septiembre de 2015

¿El mundo es de las palabras?



Y de quienes se atreven a usarlas.

Esa era la frase. La leí por primera vez hace alrededor de diez años. La había escrito Patricio, que era un joven que hacía aforismos. El los escribía y enviaba al portal literario El Confesionario, que era un sitio web que yo había creado con la intención de ser un medio para difundir escritos.

El mundo es de las palabras y de quienes se atreven a usarlas.

Así decía la frase de Patricio y apenas la vi pensé que era una genialidad que merecía ser reconocida. Más en aquellos tiempos cuando tenía la inquebrantable convicción de que el discurso construía la realidad.

Seguramente motivado por tantos autores de la Licenciatura en Comunicación, llegué a esa síntesis y me aferré a ella con actitud indeclinable.

Comprometida.

De ahí las conversaciones con mi padre, donde profundizábamos sobre esa perspectiva con la intención de validar o rechazar la frase.

O ajustarla, para hacerla más efectiva.

Con él nos embrollábamos en esa disquisición, procurábamos entender sus alcances, sus limitaciones. Las posibilidades ciertas o pretenciosas que esa abstracción ofrecía.

Mi padre defendía sus convicciones y tal vez su identidad. Para él la única verdad era la realidad. Aunque me escuchaba con atención y cierta curiosidad, mientras yo procuraba desplegar el concepto que tal vez me excedía.

Sin dudas, el mundo era de las  palabras para mí. Y Patricio había dado en el clavo con una frase perfecta.

Pero, ¿será así?

Dudemos…

Quizás el mayor antecedente está en la biblia. Dios dijo que se haga la luz.

Y la luz se hizo.

Que se haga el firmamento.

Y el firmamento se hizo.

Con lo cual hay una historicidad desde el terreno religioso que aporta crédito a esa perspectiva. Pero claro, entre Dios y nosotros hay una distancia. Demasiado grande como para decir que nosotros también podemos alzar la voz, apuntar a un objetivo y decir.

Hágase un millón.

Y el millón se hace.

Salvando esas distancias y permitiéndonos la licencia de jugar un poco, es cierto que el hombre crea con las palabras. Y lo hace esencialmente en base a las conversaciones que es capaz de generar.

Lo sé por propia experiencia y porque es una perspectiva validada por la disciplina del Coaching, que se basa en esencia en la ontología del lenguaje.

Pero esa mirada de creación de la realidad en que vivimos a través de la palabra tiene sus delimitaciones. Y si bien es efectiva y cualquiera puede experimentarla, se despliega hasta cierto lugar, que es el espacio último donde comienza la realidad.

¿Qué quiero decir?

Creo que quiero compartir que las palabras son esenciales porque son facilitadoras de la creación del mundo que podemos ser capaces de visualizar y generar.

Pero llegan hasta ahí.

Justo hasta donde empieza la realidad.

Quizás es cierto que ahí vive la única verdad.

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