miércoles, 3 de agosto de 2016

Enmadejados


Si no es una cosa, es otra. Uno piensa que sus menesteres son siempre importantes y en verdad tal vez no lo sean.

En realidad, casi uno está seguro, en última instancia que no.

No son importantes, aunque se encuentra ensimismado por las particularidades de sus asuntos y embrollado en ellos con la intención de resolverlos. Es de alguna manera una mano que tira de un hilo con la intención de desanudar la madeja.

Algo así.

Pero uno no lo sabe, o quizás sí. Tal vez lo intuye y es ahí donde se inquieta. Se dice, pero cómo. Esto es realmente tan importante. Tan pero tan importante.

Se detiene de algún modo antes sus circunstancias. Observa. Hace silencio.

Mira.

Y sí, se dice casi seguro. Si no hago esto o aquello. Si no voy para acá, después para allá. Si no tiro por este lado. Avanzo por la punta. Doblo a la derecha. Salto este charquito. Le digo a fulanito tal cosa. Y a menganito tal otra. Voy y vuelvo, para volver a ir.

Y no, si no me hago cargo la cosa no funciona. Las cosas no se hacen solas. Y la técnica de mirar para otro lado y hacerse el distraído es muy burda. Muy precaria. Uno no construye nada con eso. Se queda ahí quietito. Cómodo pero quietito, como si no pasara nada.

Por supuesto que no pasa nada, o no pasa gran cosa. Porque en la quietud solo reside la comodidad.

No es poco, pero tampoco suficiente.

Es un triste papel para tan interesante posibilidad de vida.

Quién dijo. Bueno, uno piensa y comparte. No sé, ustedes sabrán. Cada uno elige.  Verá. Es grande. O chico. No importa. Puede pensar y tiene experiencia de vida. Corta, larga, como sea.
Cada uno dirá, y bueno no está mal la comodidad. Evitar problemas. Riesgos. Movilizarme. Etcéterá.

Me quedo quietito entonces puede decir. Qué se yo. Por qué no.

¿No?

Tal vez que los vagos, los cómodos los haraganes, se cuentan ese cuento. O no se lo cuentan, simplemente lo honran con compromiso y decisión.

Pero bueno, uno vive inmerso en una madeja de apariencias relevantes. Y se pasa la vida tirando del hilo para desanudarla.

Luego tal vez lo sorprende la muerte o la muerte se le avecina. Debe ser ahí el momento sublime del intelecto. La instancia crucial que facilita la claridad que muchas veces no tenemos.

Supongo que en ese tiempo, en esa brecha corta o chiquita. Ahí emergerá la verdad más elocuente.

La que merece ser escuchada.

Recién ahí sabremos con algo más de lucidez si en verdad era una madeja. Si nosotros estábamos de algún modo enmadejados.

Y si nuestras cuestiones eran tan importantes.


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