sábado, 6 de enero de 2018

El poeta


Son las cuatro de la tarde y estoy en la playa de Necochea sentado en la repostera mientras leo un libro. El sol está demasiado fuerte pero no tan fuerte como para sofocarme y convencerme de que es mejor levantarme de la repostera e ir directo al mar a darme un chapuzón.

Sé muy bien que mi espíritu prefiere morir sofocado ante el sol implacable que llevar mi cuerpo hasta el mar para mortificarlo con una temperatura helada e innegociable, capaz de atravesar la piel y hacer doler los tobillos.

Maricón, me digo.

Pero sigo leyendo.

-Drogas, drogas. Hay drogas.

Quito la vista del libro y veo a lo lejos. Es un hombre de unos treinta y pico que anda en cuero con una lata de cerveza Brahma en la mano. Camina tambaleando entre la gente y grita mientras avanza ante la mirada de quienes estamos en la playa.

-Drogas, hay drogas.

Otro hecho de decadencia, pienso, mientras miro que no hay ningún policía a la vista y siento que la ciudadanía está expuesta a cualquier boludo que se le ocurre hacer cualquier cosa, con la impunidad que ofrecen los países bananeros.

No puedo ser tan duro, reflexiono. Y me quedo calmo, sigiloso, con la vista clavada en el libro. Mientras veo que el hombre repite el grito desaforado a plena luz del día.

No va a venir hacia mí, pienso. Estoy en un mundo ajeno.

Vuelvo a escuchar los alaridos y percibo que el muchacho se acerca hasta que de repente llega hasta mí y se frena.

-Disculpe, ¿usted es poeta? -me dice desalineado con la lata de cerveza en la mano cuando yo levanto la vista del libro.

-No -suelto breve con gesto de pocos amigos, al tiempo que dejo el rostro adusto con la intención de desalentar la incipiente conversación.

-Pero usted seguro que es poeta -insiste-. Por eso pensé en pedirle un cigarrillo, porque como es poeta seguro es bohemio y fuma.

-No fumo -le digo complaciente, como lamentándome de no poder colaborar con las intenciones que lo perjudican.

-¿Pero seguro que no es poeta?

-No -respondo seco mientras sonrío.

Pienso que el hombre se puede fastidiar, me puede tirar la cerveza si desencadena su enojo o clavarme un cuchillo. Siento que estoy exagerando y que los malos pensamientos deben tener reminiscencias en los antepasados y los miedos. 

Pero estoy atento para levantarme ante cualquier imprevisto de la repostera y noquearlo con una patada voladora.

Vuelvo la vista al libro y persisto de manera sigilosa.

El hombre se da vuelta y continúa su caminata.

-Drogas, drogas. Hay drogas -vocifera desaforado.

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